Capacidad para responder de la mejor manera posible a las exigencias del mundo. Ésta es la definición más aceptada del término inteligencia, sin embargo, ya sea debido a la amplitud del concepto o a las diferentes connotaciones que pueda tener, definir la inteligencia como tal sigue siendo objeto de polémica en la actualidad.
Y es que, con lo que conocemos hasta ahora sobre ella, ¿podemos afirmar que la inteligencia es algo meramente académico o ligado a un Cociente Intelectual?, ¿Es inteligente tan solo aquella persona que puntúa alto en todas las pruebas de los test de inteligencia? Definitivamente, no.
Gracias a las investigaciones de diversos autores, desde Binet hasta nuestros días, si algo podemos afirmar sobre la inteligencia es que es un constructo que parece ir más allá de los libros, del expediente académico y del CI.
¿Por qué si no las personas “más inteligentes”, y que destacan en su profesión, parecen tener más dificultad para aplicar esta inteligencia en su vida personal?, ¿por qué unas son más capaces que otras de superar obstáculos, enfrentar dificultades y ver la vida de manera diferente?, ¿por qué algunas personas entablan mejores relaciones con los demás, aún sin ser las más inteligentes? Y sobre todo, ¿por qué algunas personas menos inteligente” tienen más éxito en la vida que otras más inteligentes?
Estas preguntas pueden responderse a través de un nuevo concepto: la inteligencia emocional, es decir, la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. No es dejarse llevar por las emociones, sino más bien identificarlas, equilibrarlas y redirigirlas. Dominar las emociones propias y ajenas y hacer una buena gestión de las mismas. Ampliando nuestra capacidad para discernir los sentimientos que subyacen las relaciones interpersonales, con mayor probabilidad podremos responder a cualquier situación de manera menos impulsiva e irreflexiva y lograr así una mejor receptibilidad, autenticidad y sinceridad.
Desde los tiempos más remotos el ser humano diferenció la razón del instinto, el pensamiento del impulso y la mente del corazón. Sin embargo, con el paso del tiempo, se ha descubierto el relevante y complejo papel que juegan también las emociones humanas en procesos principales como la toma de decisiones, el desempeño, la gestión de los conflictos, la motivación e incluso el propio comportamiento. La inteligencia ya no se centra únicamente en los aspectos más metódicos y racionales, sino que también se compone de emociones y sentimientos. Y este punto de vista revoluciona actualmente el mundo de la filosofía, la psicología, la educación, la medicina y, sobre todo, los negocios.
Las personas inteligentes emocionalmente poseen una ventaja considerable a la hora de alcanzar el éxito en las relaciones interpersonales, y dado que la base de toda organización son las personas que la forman, la inteligencia emocional parece adquirir cada vez más importancia en el ámbito laboral.
Diversos estudios e investigaciones demuestran los aspectos positivos que ofrece una inteligencia emocional desarrollada:
- Comunicación efectiva
- Orientación a las personas
- Satisfacción personal y profesional
- Empatía
- Automotivación
- Gestión del cambio y adaptabilidad
- Mejores relaciones interpersonales
- Aumento del desempeño
- Liderazgo
Tanto es así que la inteligencia emocional se puede considerar, en el mundo de los negocios, un salto hacia el desempeño significativo y un apoyo a las promociones, sobre todo a puestos directivos.
Esto se debe a que las relaciones entre personas (en ocasiones además muy dispares) están a la orden del día en cualquier organización, por lo que aquellas personas inteligentes emocionalmente tienen una mayor probabilidad de situarse en el camino que les conducirá al éxito, y con el suyo, el de su compañía.
Esta inteligencia emocional es un recurso que, como muchos otros utilizados por las empresas, favorece la consecución de los objetivos y la mejora de los planes estratégicos de cualquier compañía. Gracias a ella, está cambiando el criterio a la hora de determinar quiénes son los “profesionales brillantes” más allá de su conocimiento técnico y CI. Las organizaciones comienzan a comprender que el éxito profesional no depende exclusivamente de las capacidades intelectuales y que las habilidades emocionales son además el detalle que puede diferenciar a un buen profesional del profesional con talento.
¿Qué ocurre con el compañero de colegio despistado y travieso que nunca aprobaba matemáticas y que ahora es un verdadero genio de la publicidad?, ¿qué ha ocurrido con aquel que solo disfrutaba del recreo, que abandonó sus estudios y ahora es un hombre de negocios reconocido? Es posible que la inteligencia emocional les haya dotado de destrezas, actitudes, habilidades y competencias que han determinado conductas de éxito y estados mentales satisfactorios.
¿Y si la medida de la inteligencia actual no fuese el cociente intelectual, sino el cociente emocional?
http://blog.grantthornton.es/2013/02/05/inteligencia-emocional-exito-profesional/
http://blog.grantthornton.es/2013/02/05/inteligencia-emocional-exito-profesional/
En esta empresa lo que se lleva es la subnormalidad emocional y laboral. A ver quién hace más horas y lame más culos.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Los que van a hacer horas lo pregonan a los cuatro vientos, hacen acto de presencia, cuatro pegos, virtuaula y para casa. Yo cuando voy, es para trabajar y no se lo digo a nadie. Cuando acabo me voy a casa. Somos tontos...
ResponderEliminarEstoy de reuniones por la tarde, cursitos, encuentros de dinamizadores y visitas a exposiciones hasta las pelotas.
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